Los profetas y las profecías eran conocidas en el Antiguo Oriente Medio, y hay registros de su actividad fuera de la Biblia desde tiempos muy remotos. El vocablo para profeta en el Antiguo Testamento, nabí,se refiere a una persona a quien Dios llamó para comunicar sus mensajes. Esa palabra está relacionada a un antiguo verbo babilónico, nabu, que significa “llamar”. En Babilonia, ellos se dirigieron repetidamente al rey como siendo un nabu, es decir, alguien llamado por los grandes dioses.
Pero queremos enfocarnos en las páginas de la Biblia que nos hablan de las personas a quienes Dios otorgó el don de profecía: hombres y mujeres que anduvieron en sus caminos y que, a pesar de sus debilidades y fallas, fueron obedientes y fieles al Señor.
Los patriarcas como profetas
El profeta bíblico era alguien que había sido llamado por Dios y desempeñaba un papel religioso independiente. Era normalmente una figura carismática, que no recibía su oficio ni lo trasmitía por herencia ni mucho menos por nombramiento político.
Consideremos los primeros profetas de la historia bíblica:
- Abel:En el evangelio de Lucas, en el capítulo 11, versículos 46 al 52, se encuentra registrada la respuesta de Jesús a un intérprete de la ley que se sintió ofendido por la manera en la que Cristo había censurado a los fariseos. En los versículos 49 al 51 Jesús dice: “la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo, desde la sangre de Abel”, reconociéndolo así como profeta.
- Enoc:No sabemos mucho sobre Enoc, pero la Biblia afirma que “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios” (Génesis 5:24), como clara referencia de su traslación. Su nombre aparece en la galería de los héroes de la fe (Hebreos 11:5), y los versículos 14 y 15 de Judas mencionan claramente que él profetizó sobre el regreso de Jesús y el juicio.
- Noé:Generalmente, no pensamos en Noé como profeta, pero las Escrituras revelan que él recibió un desafiante encargo divino (Génesis 6:13-22). Y él realmente hizo mucho más que construir un barco para salvar a su familia, pues en 2 Pedro 2:5, se lo llama “pregonero (heraldo, de acuerdo con el original griego kerux) de justicia”.
- Abraham:El primero en ser mencionado en la Biblia como profeta. Curiosamente, fue Dios quien le dijo a Abimelec que Abraham era profeta y que intercedería por él (Génesis 20:7).
- Moisés: Fue el primer hijo de la nación de Israel en ser llamado profeta (Deuteronomio 18:15). Su fascinante historia fue concluida por Josué, que escribió “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés” (Deuteronomio 34:10). Realmente no hubo profeta como Moisés hasta el tiempo del Mesías, acerca de quien Pablo escribió, en la carta a los hebreos, capítulo 1, versículos 3 y 4, que Cristo no solo fue mayor que todos los profetas, sino también “siendo el resplandor de su gloria [de Dios], y la imagen misma de su sustancia”.
Profetas y reyes
A lo largo de toda monarquía, aproximadamente 120 profetas tuvieron la osadía de reprender, en nombre del Señor, a 40 reyes. Ellos fueron importantes para recordar a los monarcas que su soberanía no era ilimitada y que el gobierno y los juicios divinos estaban por encima de las acciones humanas.
Comparando el oficio de los sacerdotes y profetas, podemos afirmar que los sacerdotes representaban al pueblo ante Dios, mientras que los profetas representaban a Dios ante el pueblo. Los sacerdotes recibían el sacerdocio por heredad, pero los profetas eran llamados específicamente para ejercer su ministerio. Esa independencia les garantizaba la libertad de entregar su mensaje y hablar con toda claridad, señalando los pecados del pueblo y de sus líderes y llamándolos al arrepentimiento.
Esa independencia de los profetas bíblicos hizo posible que Natán tuviese la valentía de señalar los pecados de adulterio y asesinato cometidos por el rey David (2 Samuel 12:1-13). Posteriormente, después de coincidir con David en cuanto a su deseo de construir una casa para el Señor, Natán tuvo suficiente valentía para volver ante la presencia del rey a transmitirle que él no construiría el templo, pero sí su sucesor (2 Samuel 7:1-3 y 12-17). Y también fue por la intervención del mismo profeta que la sucesión del trono de David fue garantizada a Salomón (1 Reyes 1:11-14). Es interesante notar que Pedro, en su sermón durante el Pentecostés, se refiere al rey David como siendo también un profeta (Hechos 2:29-30).
Cuando Acab y Jezabel profundizaron la idolatría en el Reino del Norte, Elías y otros profetas lucharon contra la terrible apostasía y algunos profetas del Señor murieron por causa de esta oposición (1 Reyes 18:4). En la triste historia de la muerte de Nabot por causa de los caprichos de la pareja real, Elías apareció proclamando que en el mismo lugar en donde los perros habían lamido la sangre del inocente, los perros lamerían la sangre de Acab (1 Reyes 21:19). En 1 Reyes 22:37-38 está la descripción del cumplimiento de esa profecía.
Profetizas en Israel
El liderazgo de la adoración en Israel estaba a cargo de los sacerdotes. Una diferencia importante con sus vecinos es que Israel no tenía sacerdotisas pero si profetizas. Cinco mujeres fueron llamadas profetizas en el Antiguo Testamento: María, Débora, Hulda, la esposa de Isaías y Noadías.
- María:Fue la hermana de Moisés y Aarón, y a pesar de algunos tropiezos, desempeñó un importante papel en el co-liderazgo del pueblo de Israel, conforme lo confirma Miqueas 6:4. El registro de que era profetiza aparece en Éxodo 15:20.
- Débora:Fue jueza y también lideró la batalla contra Sísara, junto a Barac, en la guerra para liberar a Israel de las manos del dominio cananeo. Ella fue llamada profetiza en Jueces 4:4.
- Esposa de Isaías: probablemente atribuida como profetiza por el propio marido, tal vez como referencia de honra a la esposa, y no por ejercer ese oficio en si.
- Hulda:Vivía en Jerusalén en el tiempo de Josías y aparece como profetiza en 2 Reyes 22:14. Envió un mensaje de advertencia al rey, registrado en 2 Reyes 22:15-20.
- Noadías:Aparece en la historia siendo parte de los conspiradores contra Nehemías, junto a Tobías y Sanbalat, y de otros profetas que querían aterrorizar a Nehemías (6:14) e impedir la reconstrucción de Jerusalén.
La voz de los profetas era de autoridad suprema, revelando la voluntad de Dios. Sus palabras no solo expresaban los designios del Señor, sino también desafiaban las decisiones equivocadas de los reyes, los falsos consejos de los sacerdotes y también reprendían al pueblo y a los falsos profetas.
El oficio profético puede ser resumido muy bien por dos textos emblemáticos del Antiguo Testamento:
Guiar y proteger al pueblo de Dios:“Y por un profeta Jehová hizo subir a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado” (Oseas 12:13).
Recibir y transmitir el mensaje del Señor:“Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7).
Renovemos nuestra confianza en el Señor, aferrados a la promesa “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (2 Crónicas 20:20).
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